Derecho del Turismo en las Américas

Los Tiempos de la Exploración: La Antártica Chilena 759 terrestre, nadie ha tenido el valor, el tesón ni ambición propio de su descubri‑ miento, nadie más que yo (…) se le ha aproximado tanto”; reflexiona Cook, al mismo tiempo preguntándose si sería “un continente maldito”, condenado por la naturaleza a no sentir nunca el calor de los rayos solares. Al parecer, era eso evidente y no estaba errado en dicha apreciación, exceptuando que era un terri‑ torio maldito. De ahí, Antártica, este territorio incógnito, pasa a quedar en manos siempre de las exploraciones de Almirantazgo Británico, institución insistente y sólida en tratar de descubrir estos territorios e ir ganando atribuciones que ambicionaban el apoderarse del mundo occidental, haciendo que la corona británica esté pre‑ sente por los mares del mundo y por los territorios que los crucen. Así llega el momento de un marinero inglés, en 1819 – o quizás y por la incertidumbre que podría haber sido una embarcación de España. Aquí es donde nace una gran duda, quién realmente llegó primero a avistar el continente helado, porque en esa misma época, y en atención a los requerimientos del Gobierno Chileno, el Barco Español “San Telmo” se desvía del resto de la flota, perdiendo gobernabi‑ lidad, siendo obligado a cruzar el Mar de Drake, en tormentas titánicas y oleajes enormes que hacen virar la proa, naufragando y perdiendo a toda su tripulación. Solo quedan las historias de exploradores balleneros y navegantes que, en sus comentarios, resaltan el descubrimiento de restos en las inmediaciones de la Isla Livingston en el grupo de las Islas Shetland del Sur. Paralelo a estas indagaciones, y la real aparición del marinero inglés Williams Smith (1820), quien avistó la Península Antártica, también se aparecía una expedición y flota rusa, al mando de Fabián Bellingshausen (1820), a quien se le atribuye la mirada al horizonte y el descubrimiento de montes muy elevados al fondo del telón del territorio antártico, cuyas apreciaciones eran de unos “Montes altos con nieve a la lejanía”; esto fue el 28 de Enero de 1820, mientras que, dos días después, el Capitán Smith navega por el extremo norte de la Península Antártica, atribuyendo también el descubrimiento del continente. 2.3. Consecuencias de la Re‑Descubierta Así, y todo y por el mismo periodo, ya se internaban en las borrascosas aguas del Drake para llegar a las islas sub‑antárticas, en la periferia de la Península, balle‑ neros y foqueros, que se aventuraban por la cacería masiva de mamíferos del frío. Con tal abundancia, durante los siguientes tres años, se contabilizan más de 50 barcos, aprovechando los periodos de dos o tres meses de verano en la que se inundan de especies, buscando aguas más oxigenadas y nutritivas, propias y

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