Derecho del Turismo en las Américas

760 DERECHO DEL TURISMO EN LAS AMÉRICAS necesarias para la crianza y, obviamente, hacia de estos viajes con las bodegas llenas de pieles de focas y lobos, la grandeza de perfilarse vivas reliquias que se convertirían en fascinantes beneficios económicos. Llevan a cazar más de 25.000 focas y que hacen desestabilizar realmente el equilibrio de los ecosistemas. A medida que se daban cuenta de que los favores de la naturaleza se les acababan, también buscaron e indagaron nuevos lugares, y, entre ellos, aparece un nave‑ gante también británico, que fue avanzando en sus navegaciones y tratando de descubrir nuevas oportunidades de cacerías. Después de algunas incursiones marítimas de James Weddell, en 1822, comienza un repunte de interés y preocupación de carácter científico, entre ellas las ciencias vinculadas al descubrimiento del Polo Magnético. En esa época, el magnetismo era sumamente importante para la navegación, sobre todo en estas latitudes en que, fácilmente y durante dos meses, no se podía navegar con con‑ fianza a raíz, no se pudiendo usar el sextante, que precisaba del Sol para hacer las mediciones y establecer los rumbos a seguir. Así, en esa búsqueda por determinar el Polo Sur Magnético, aparecen los intereses de Francia, a través de su primer navegante antárticos, Dumont d’Urville (1837‑1840), como también el norte­ americano Charles Wilkes (1838‑1842). Con ellos, y en las mismas zonas, tras los descubrimientos de las manifestaciones magnéticas de esta parte de la tierra, estaba también para mencionar al mas “guapo” de todos, como se le denomina al marinero Británico James Ross (1839‑1843), quien tenía una gran experiencia en el Ártico, estando, en siete ocasiones, en la zona Boreal, buscando y nave‑ gando las inconmensurables esquinas del hemisferio norte, sobre todo en las inmediaciones de las costas del Ártico. Desde acá, se inicia toda una carrera simbólica de actividades polares con carácter científico y, entre ellas, la ambición de algunos por lograr conquistar el Polo Sur. Finalmente, después de varios intentos por lograr los 90 grados Sur, el noruego Amundsen logra posicionar su bandera en el límite sur de nuestro Planeta. Le seguirían, posteriormente, al mando del Capitán Robert Scott, la bandera inglesa, que también ondeaba en estos confines de la tierra, con los resultados por todos conocidos, en su regreso, lo que ninguno de los británicos y, en esta segunda llegada al Polo Sur, logró llegar con vida. Junto con el descubrimiento de muchas características propias de este desierto helado por excelencia, determinando con precisión que este era el continente más elevado, más frío y más seco del mundo, también se siguieron realizando innumerables expediciones con fines netos de ir conociendo, aún más en lo pro‑ fundo, a este frío continente.

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